diumenge, 24 de setembre del 2017

Sobre... L'alegria de mossèn Rovira

Ho creia un somni
«Déu és!». Després d’haver-ho dit la seva boca s’omplí d’alegria, de crits i de rialles: ho creia un somni! sl 125
 

1 comentari:

Santi Pau Bertran ha dit...

Mingu Manubens m'envia aquest text per correu:

Avui he llegit aquesta parrafada del llibre de Knox "el Credo a cámara lenta" i he pensat que t'agradaria:

«Por el momento, es importante recordar que creemos en Dios, no tanto porque es difícil creer que Él existe, sino porque es difícil darse cuenta de ello; pues es cierto que nuestras mentes se dirigen con gran facilidad hacia las criaturas y se alejan de Dios. Desde la Caída, la mente humana se parece a las esquinas dobladas de las páginas de un libro; bien sabéis que por mucho que queramos desdoblarlas, al abrir de nuevo el libro, se vuelven a doblar.
Desde la Caída nos encontramos torcidos, desviados del Camino; no hacemos más que pensar en las criaturas, en nuestra comodidad, en nuestros proyectos, en nuestras relaciones, y nuestras mentes sólo se vuelven hacia Dios mediante un acto deliberado. Por eso tenemos que repetirnos con frecuencia: «Creo en Dios», de lo contrario, la dificultad para acordarnos de que Él está aquí nos resultará insuperable. Aunque haga mucho tiempo que no pensamos en Él, Él está siempre ahí, silencioso...
»Bueno, supongo que seguís pensando que es poco lo que avanzamos en nuestra explicación del Credo. La vez anterior tratamos solamente de las palabras «Yo creo», esta vez hemos conseguido llegar hasta «Yo creo en Dios», no es para animarse mucho, ¿verdad?... Pues estáis muy equivocadas si así pensáis, totalmente equivocadas.
No hay nada más estimulante que la noticia de que «Dios existe»; hace que todas las cosas den una vuelta completa, que todo se coloque en su sitio, que la balanza se equilibre. Ya no soy yo lo que importa, sino Dios. Él, y no yo, es el centro de la existencia; lo que importa es su voluntad, no la mía; lo que importa es lo que Él piensa acerca de las cosas, lo que Él piensa acerca de las personas, y no lo que yo pienso. Su gloria, no mi gloria, es el objeto de mi existencia. Dentro de cien años, cuando tú y yo hayamos dejado de existir, seguirán existiendo los problemas de si la humanidad es libre o está esclavizada, feliz o triste, porque seguirá reinando Dios en el cielo, igual que ahora. Perdonadme, no podéis comprender todo eso. No porque seáis tontas, sino porque sois jóvenes. Mientras sois jóvenes, podéis encontrar compañía en vosotras mismas, a menos que caigáis en la melancolía. Cuando os vais a la cama por la noche y tardéis en dormiros, sois felices pensando en vuestros proyectos, en vuestras diversiones, en vuestros amigos y en vuestras aspiraciones; soñáis despiertas y os inventáis historias sobre lo que haréis el día de mañana... Pero, cuando ya has pasado cincuenta años en tu propia compañía, deja de ser tan entretenida y os aburre. Esto puede provocar una terrible soledad en el fondo del alma, a no ser que el alma haya aprendido a acordarse de que Dios existe y a creer en Él. Entonces empiezas ya a considerarte como poca cosa; tus empeños por salirte con la tuya ya no te parecen tan importantes; tus juicios sobre la gente y las cosas no parecen ya tan decisivos; cómo será el mapa de Europa dentro de cien años, es una especulación de poco relieve. Entonces, creer que Dios existe significa que tienes algo —mejor todavía, que tienes a alguien—en quien apoyarte; todas las cosas tienen un sentido, porque se cuenta con la voluntad de Dios, porque no se pierde de vista Su Gloria. «Yo creo en Dios»; dentro de cuarenta años, si conserváis la fe que ahora tenéis, agradeceréis a Dios que Él exista.